Esta novela representa una reflexión sobre el sentimiento
trágico que es la vida y cómo al vivir estamos muriéndonos de igual manera.
Este tema es adecuado en cuanto al contexto histórico, ya que fue escrita a principios de 1900, cuando se presenta la
física moderna y los estudios sociológicos en el mundo.
San Manuel Bueno, Mártir (publicada por primera vez en 1931)
presenta la historia de un santo que no es santo. Don Manuel, párroco de
Valverde de Lucerna, parece ser un gran
hombre religioso, ya que ha conmovido a todo el pueblo con sus misas, sermones
y buenas acciones. Sin embargo, cuando Ángela Carballino, una joven originaria
de dicho pueblo que había viajado a Madrid hace unos años, regresa a los quince
años de edad; logra percibir una cierta tristeza en los ojos azules de Don
Manuel.
Ella después descubre, gracias a su hermano Lázaro (quien
había regresado a España desde América), que Don Manuel en realidad no cree en
la religión que imparte. Existe un gran conflicto dentro de este personaje, ya
que él desea creer en la inmortalidad pero sin embargo, su razón se lo impide.
Esta rivalidad entre la razón y la fe lo lleva a su lenta autodestrucción, pues
él decide en pretender tener estas creencias por el bien del pueblo. Su sentido
por el bien común parece ser más grande que su sentido por vivir. Pero, ¿acaso
no todos nosotros vivimos de cierta manera o realizamos ciertas acciones por el
bien de alguien más?
El amor que tiene Don Manuel por el pueblo inclusive se
puede comparar con el amor que un padre tiene por su hijo, y causa de esto, él
hace lo que sea para calmar sus penas. No obstante, aun cuando él realiza este
sacrificio, el mismo no pude lograr comprender la naturaleza del suicidio:
“Un niño que nace muerto o
que se muere recién nacido y un suicidio -me dijo una vez- son para mí de los
más terribles misterios” (Pág-32)
Puede que Don Manuel no haya hecho su sacrificio por los
demás, sino que para conseguir calma en su vida, le dio fe a los demás,
esperando que ésta se reflejara en sí mismo y consiguiera la paz.
Ricardo A. Arias
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