lunes, 2 de diciembre de 2013

El Principito, Jean Jacques de Saint- Exupery

                                                                                                                             Miranda Rodríguez

El Principito es la narración, en 28 breves capítulos, de un proceso espiritual. Adoptando la forma de un cuento, el narrador refiere en primera persona su encuentro en pleno desierto del Sahara con un misterioso niño, tras haber sufrido una avería durante una travesía aérea en solitario.
El argumento parte de una reflexión retrospectiva del narrador sobre su propia infancia, en la que la mirada asombrada y en apariencia ingenua del niño contrasta con la mentalidad utilitarista y pragmática de las personas mayores entre las que finalmente ha terminado por incluirse.
Alejado, no sólo en el tiempo, de su infancia, su existencia convencional y aburguesada le deja vacío: “Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente" (p. 13). Cifra el sentido de su vida en el ejercicio profesional de la aviación, pero también su avión termina por fallar, dejándole tirado y solo en medio del desierto, “a más de mil millas de toda región habitada" (p. 14). Perdido y con escasos recursos para sobrevivir, se produce el acontecimiento: la aparición de un niño, procedente, al parecer, de otro mundo, un mundo pequeño e insignificante. El misterio profundo que le envuelve va dejando paso paulatinamente, no sin altibajos, a una creciente sintonía interior entre ambos personajes.
Así, pasamos a conocer que el muchacho abandonó decepcionado su minúsculo asteroide, en el cual permanece una flor a la que había dedicado en otro tiempo su trabajo y solicitud. Desde entonces ha viajado buscando y ofreciendo su amistad a solitarios personajes que habitan mundos sin sentido, estereotipos de hombres sumidos en la tristeza de su vacío existencial. En la Tierra, planeta de multitudes solitarias, el panorama no aparece más alentador: superficialidad, prisa, muerte. Desolado por el descubrimiento en un jardín de miles de rosas en apariencia semejantes a la suya, se siente insignificante. Sólo la profunda y bienhechora amistad con un zorro le desvelará otra forma de mirar la vida: "sólo se conocen las cosas que se domestican... Lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve bien con el corazón... El tiempo que perdiste por tu rosa hace que sea tan importante... Eres responsable para siempre de lo que has domesticado" (P. 82-88). El contraste radical con el tono de vida superficial y vertiginoso dominante entre los hombres se acentúa.
Finalmente, la vida del pequeño príncipe y la del aviador perdido se unen en medio del desierto, y su penosa marcha, apoyada tan sólo en su amistad, hace que el desierto se transfigure y se llene de trascendencia porque encierra un manantial de sentido (P. 96 y 103). El manantial se descubre en la donación personal, en la mirada que nace del corazón, en la aceptación asombrada del misterio que envuelve a cada cosa, a cada persona, a cada acontecimiento.
AMOR y SENTIDO DE LA VIDA
"Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina" (p. 102). Lo que faltaba en la vida y en el trabajo del piloto era, precisamente, un para qué, un sentido, la mirada pura del niño que todos llevamos dentro, esa mirada que es capaz de ver corderos dentro de una caja, de encontrar a las cosas un valor que es más importante que su precio, una belleza que trasciende su utilidad. La separación y la muerte no son la última palabra. "Parecerá que he muerto y no es verdad" (P.106). La muerte, cuando llega, es en el fondo un regreso que deja una estela tras de sí: "Nada en el universo sigue siendo igual" (p. 111) "Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir" (P. 91). Para el que sabe ver las cosas con amor, nada es indiferente.
Como se puede notar, la historia que cuenta Saint-Exupéry está llena de símbolos. Ella misma lo es en su totalidad. Se trata en suma de una bella parábola sobre la amistad y el sentido de la vida. Todos los personajes que van apareciendo a lo largo de ella son representativos de ciertos tipos de hombres y mentalidades: la flor -el ser amado-, el zorro -el amigo verdadero y sabio consejero, el vendedor de pastillas para apagar la sed -expresión de la mentalidad pragmática y consumista, el farolero trabajador, el deshumanizado hombre de negocios.

http://es.wikipedia.org/wiki/El_principito

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