En la obra “a puerta cerrada” hablaré de la representación del
infierno no literal o materialmente, como un infierno dantesco, sino más bien
como un infierno personal que las mismas personas nos hacemos pasar, y encerrarnos nosotros mismo en este.
Realmente hay muchas razones de porque estos tres personajes
solos se bastaban para hacerse lo que el hombre considera un infierno, ya que
hay una problemática interesante, todos están encerrados en una gran (gran) burbuja
de ego y creen que su sufrimiento y el castigo que cada uno provoco fue el
peor, además de que se vuelve un triángulo amoroso en el que cada uno deseaba
al que eran rechazados por, haciéndolo aún más complicado.
El infierno lo hacemos nosotros mismos cuando en vez de convertir
experiencias traumáticas en algún tipo de aprendizaje lo absorbemos como si
fuera veneno que no arde y quema, y solo estamos buscando a quien inyectárselo y
compartir el dolor, casi como una serpiente.
Creo que esa es la mayor diferencia entre una persona madura
y la mayoría de la gente (incluyendo adultos), quienes sufren y aprenden,
llegan a saber y comprender, y quienes llegan a saber y comprender, maduran y
se equilibran psíquica y emocionalmente hablando, a diferencia de la mayoría de
las personas, que quedan encerrados en sus problemas y no saben cómo
manejarlos, lo cual les produce gran estrés.
Es como las personas que ves en la calle de una metrópolis,
nadie observa, nadie habla, todos van a prisa, en su celular, en su iPod, en
sus problemas, a nadie le importa nada. Puedes incluso ver parejas caminando a
lado de la otra sin verse y su vista fija en el celular, estamos perdiendo
mucho la capacidad de asombro y me parece que es algo triste, ya que esta última
te ayuda a preguntarte, entender y disfrutar en alguna magnitud la vida, creo
que de vez en cuando deberíamos sentarnos y simplemente ver lo que nos rodea,
ver a la gente y disfrutar lo que ves.
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